Al nacer, el globo ocular del bebé es pequeño y crece rápidamente hasta los 3 años, y más lentamente hasta los 18. Asimismo, las órbitas, párpados, pestañas y cejas, aclara.
Funcionalmente, “los encargados de enfocar las imágenes que percibimos en la retina (córnea, cristalino o lente) son capaces de hacerlo desde el nacimiento, pero las células que reciben dichas imágenes en la retina (conos y bastones) y el sistema de transmisión nervio-óptico, así como el de interpretación (cerebro), no han madurado completamente, entonces, al nacer, la capacidad del bebé de ver movimiento y luces sería aproximadamente de un 20 por ciento de la visión normal de un adulto”.
Por eso, los bebés recién nacidos ven en blanco y negro, más o menos, hasta los cuatro meses de edad, no les llama la atención los estímulos en colores, ven como ‘bultos’, y tienen la capacidad de reconocer a su mamá, aunque no de manera nítida, añade Felipe Escallón Buendía, oftalmólogo pediatra de la Clínica Reina Sofía y Clínica del Country.
No obstante, el doctor Moreno indica que, “si bien los conos no están completamente maduros, la mayoría de estudios muestran que ya tienen pigmentos al nacimiento, lo que les permite percibir diferentes colores”.
Luego, las células van madurando. A los cuatro meses, dice el doctor Escallón, un bebé sano debería seguir adecuadamente, a pesar de que no tiene un 100 por ciento de visión. Además, dice el médico Moreno, podría fijar un objeto en su retina, seguir su movimiento con los ojos y mantenerlo en el tiempo, alcanzando aproximadamente en un 60 a 70 por ciento de capacidad o a un metro de distancia. El desarrollo del ojo, sobre todo en los 12 primeros meses, está hecho para una distancia corta, pues el mundo del bebé es próximo: la mamá, el seno, el tetero.
Ahora, la visión continúa madurando, y hacia los 2 a 3 años encontrará un 90 por ciento de visión, dice el especialista Moreno. Y hacia los 4 a 5, tendrían un ciento por ciento de agudeza visual.
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